Cartafolio veneciano (XXIII)

Salvar Venecia es salvar al futuro de la incredulidad, de la sospecha de que la ciudad no fue más que una quimera, una utopía, un espejismo o una alucinación colectiva de los hombres del pasado.

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El periódico de hoy trae las conclusiones de un estudio realizado por el Instituto de Ciencias Marinas de Venecia: en menos de un siglo, los diques móviles proyectados por el plan Moisés serán insuficientes para contener las acometidas del Adriático. Antes que editorializar sobre la necesidad de combatir el cambio climático que está provocando la subida del nivel de los mares, que es a lo que apuntan los científicos, el periodismo –con la necrofilia que le es propia y sin que la pluma se le conmueva– prefiere titular dando por segura la muerte de Venecia en 2100. Los modernos profetas del apocalipsis tienen la misma querencia que los antiguos por poner fecha al fin del mundo en titulares tremebundos.

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Paul Morand: “Venecia se está ahogando. ¿Será quizá lo más hermoso que le pueda ocurrir?”. No hay manera de disculpar a Morand, ni aun teniendo en cuenta los signos de interrogación.

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