Razones desordenadas que explican por qué me gusta la Feria del Libro

Vuelve la Feria del Libro de Madrid y con ella el repertorio de tópicos que algunos editores, escritores y periodistas desgranan a propósito de ella. Los hay que se declaran comedidamente descreídos; otros, pretendiéndose más atrevidos o beligerantes, dicen abominar de la cita. Repasan sus razones en los suplementos y páginas de cultura de los periódicos. Las mías, como lectora, para gustar de la feria no creo que sean más desarregladas y estúpidas que las suyas. Aquí van, desarregladas y desordenadas:

Porque la primavera sólo comienza para mí cuando el Paseo de Coches del Retiro es tomado por las casetas llenas de libros.

Porque estreno la primavera y también, aunque nunca lo planeo deliberadamente, algo de ropa.

Porque me trae a la memoria mis primeros paseos por la feria y el recuerdo no es melancólico ni nostálgico.

Porque me siento una opulenta millonaria no teniendo que escoger sólo uno o dos libros, tal y como me obligaba el presupuesto menudo de mis primeras ferias.

Porque, como no soy una opulenta millonaria y además no puedo desprenderme del todo de una conciencia del dinero y una moral del ahorro heredadas, cuando acarreo de vuelta a casa las bolsas con las compras, se apodera de mí la sensación de haberme concedido un fastuoso lujo; igual, exactamente igual, que cuando llevaba un solo libro.

Porque en esta feria compré libros que me son muy queridos.

Porque en esta feria espero comprar libros que me serán muy queridos.

Porque salen de las catacumbas de los almacenes a tomar el sol del Retiro libros que no conocen las mesas de novedades de las librerías.

Porque la gente parece ir sin prisa y contenta.

Porque yo voy sin prisa y contenta.

Porque hojeo libros que sé que no voy a comprar.

Porque me hace una ilusión tonta llevarme un marcapáginas que me ha gustado.

Porque sé que por ahí anda un libro que ahora ignoro y que codiciaré el año que viene.

Porque encuentro el libro que, por pereza o desidia, no encargué en las librerías.

Porque doy finalmente con el libro perseguido tenazmente y que, no obstante, ninguna librería me consiguió.

Porque el precio de los libros tiene un 10% de descuento.

Porque en Visor tienen la amabilidad de elogiar el buen criterio de mi elección.

Porque me echo en el césped o me siento en un banco con mis libros relucientes y nuevos.

Porque me encapricharé de un libro en cuanto lea su título.

Porque puedo cultivar al por mayor la afición que tengo y no sé razonar por los índices de los libros.

Porque me gustará más el libro que elige mi acompañante que el que yo me llevo.

Porque sale a mi encuentro el libro que había olvidado que quería leer.

Porque me está buscando un libro que resultará ser una maravillosa sorpresa, un fabuloso descubrimiento.

Porque me reencuentro con libros que me apetecieron el año pasado y que me siguen apeteciendo este año y que me apetecerán el próximo año; a ver cuándo me decido.

Porque me da por ponerme a pensar en tantos libros que me gustaría leer y la avalancha libresca, en lugar de aplastarme, me resulta completamente vivificante.

Porque me encanta rebuscar en las casetas de literatura infantil algún libro que, con el pretexto de regalar a unas niñas, disfrutaré yo primero.

Porque me gusta ver a los peques encaramados a esos peldaños que algunas casetas les ponen para que puedan curiosear sin dificultad y sin ayuda.

Porque en la caseta de Kókinos, con la excusa de venderme un libro, me cuentan un cuento.

Porque es un espectáculo contemplar las maneras de curtidos y correosos regateadores que emplean algunos niños cuando negocian con sus padres cuántos libros pueden llevarse.

Porque empiezo a soñar con las vacaciones de verano con la elección de alguna lectura que se me antoja perfecta para ellas.

Porque sé que el libro que he comprado para el verano lo comenzaré a leer en cuanto llegue a casa.

Porque no sé todavía que el libro que he comprado para el verano resultará una lectura perfecta para el invierno de diciembre o enero.

Porque en una ocasión me acerqué a la caseta de Libertarias Prodhufi a comprar un libro y me llevé dos y salí huyendo antes de que me vendiesen todo su catálogo.

Porque Libertarias Prodhufi vuelve a tener caseta, después del disgusto por su ausencia el año pasado.

Porque tengo una curiosidad loca por saber qué libro me venderá este año el señor de Libertarias Prodhufi.

Porque me escaparé un día de diario a pasear por la feria.

Porque, durante el paseo, recordaré otras gozosas razones que explican por qué me encanta esta feria, las recordaré de forma tan repentina como caerá un tormentón levantando inmediatamente el olor a tierra mojada.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Después de leer esto, todo el mundo ha debido irse corriendo a la feria del libro.
Añado otra: por compartir, después del paseo, un café con hielo juntas.

Lieschen dijo...

...o un granizado de café. ;)

Ra dijo...

Porque sí.



Yo, que aún estoy en ese atolladero existencial (y opositor) de tener que elegir sólo uno o dos libros, me doy por contenta después de leerle y saber, que seguirá apoderándose de mí "la sensación de haberme concedido un fastuoso lujo".

Un placer.

Lieschen dijo...

Por supuesto... Los placeres que lo son de verdad no se agotan con el paso del tiempo, ni se desgastan por la repetición, porque son completamente inmunes a la fuerza de la costumbre...

¡¡Muchas gracias por su visita y su comentario!!