Culos


José Nakens y Luis Bonafoux son los irreverentes periodistas rescatados por la editorial La Linterna Sorda en el lanzamiento de una nueva colección con nombre de inspiración larriana: Lo que no debe decirse. En el libro de Bonafoux, Bilis. Vómitos de tinta, se incluye el artículo “Trasero sagrado”. Nadie se deje engañar por el título: en el texto lo de menos son las caricias a la voluptuosa carnalidad del nalgatorio sagrado de Carolina Otero; lo que buscaba la víbora de Asnières era hincar sus dientes envenenados en el magro de otras posaderas.

“Dígase lo que se quiera, la historia de España en los últimos veinticinco años ha sido representada en Europa por el trasero de la Otero. La historia de su nalgatorio, zarandeándose en molinete por toda Europa, es la historia de la actualidad española. El europeo recuerda que todavía existe España cuando sigue con la vista el nalgatorio de la Otero, aprisionado en gasas que reflejan los colores de nuestra bandera, y al aplaudir el nalgatorio, aplaude el símbolo de lo único hermoso que da el país. Todavía tenemos nalgas alegres, flexibles y ondulantes… ¡Todavía hay Patria!
Esta bailarina puede decir que se ha pasado por entre las piernas toda nuestra historia contemporánea. Ella es la única personalidad que ha arrancado espontáneos y sinceros vivas a España en el extranjero.
El pueblo francés no conoce nuestros políticos ni nuestros literatos; pero conoce a la Otero. No hay un solo periódico francés que escriba a derechas los apellidos de nuestros grandes hombres; pero todos los periódicos franceses saben escribir Otero. Y la Otero, aunque tirada por los suelos, resulta ser la más alta personalidad española en Europa.
Pienso en ello recordando la anunciada boda de nuestra ilustre compatriota, porque ella merece, mucho más que los Cánovas, una estatua, y yo, que no apruebo la proyectada conmemoración de la guerra de la Independencia –cuyas batallas no fueron ganadas por nosotros, sino por los ingleses–, aprobaría que se dignificase la boda de la Otero con una procesión cívica en Madrid, figurando en ella lo más granado de la villa y corte. […]”.

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Todo parece indicar que Sixto Cámara podía perderse por un buen culo, pero el pellizco periodístico, Manuel Vázquez Montalbán lo daba en otro sitio.

“Cuando se sugirió al equipo de Triunfo que durante los cuatro meses de suspensión nos pasáramos a Hermano Lobo comprendimos que en la Resistencia pasaban cosas así, que en todas las resistencias el principio motor ha sido moral y más o menos siempre se ha parecido al ‘Pero se mueve’ del amigo Galileo Galilei, en paz descanse. Terminan ahora los cuatro meses de suspensión, día a día, a Triunfo nunca nadie le ha regalado nada y más de una vez le han quitado la cartera histórica en el tranvía del deseo, los triunfistas dejamos Hermano Lobo y volvemos a casa. Mientras empaqueto mi máquina de escribir, un pesadísima y vieja Continental portátil, mis holandesas y esa botella de aguardiente de pera que siempre me acompaña para entonarme en el país del desentono, pienso en mi curiosa condición de viajero por revistas que se cierran o se abren, pero siempre por revistas al borde del abismo, única forma decente de ejercer el periodismo y el matrimonio.
Recuerdo que en una época de paro forzoso, tras el cierre de la publicación en que trabajaba, un cierre que llegó de la mano de Fraga pocos meses antes de la promulgación de la Ley de Prensa, tuve que llevar mis bártulos profesionales a una revista dedicada a la mujer, en el sentido más convencional del término. Allí escribí sobre lencería fina, ropa interior de señora y unos cuantos elogios sentimentales, como el dedicado a las gordas, en el que trataba de dar salida a una escritura de supuesta calidad, más un servicio a mí mismo que a los lectores, pues entonces no me daba el presupuesto para aguardiente de pera y necesito tres litros de vino tinto para empezar a sentirme a gusto. Pues bien, la revista la teledirigía un anglosajón céltico, y cuando publiqué mi ‘Elogio sentimental de la gorda’, el anglosajón se saltó por encima la autoridad de la directora de la revista y me sometió a un hábil interrogatorio:
-¿Es usted un terrorista?
-¿Por qué?
-En la era de la Shrimpton o de Twiggy, usted escribe un ‘Elogio sentimental de la gorda’ que va a desorientar a nuestra clientela femenina.
-Hay gordas y gordas. Ya lo digo en el artículo. No se crea que a mí me gusta la Venus de Willendorf.
-Usted es un terrorista cultural.
-No, señor. Soy un resistente cultural. Que no es lo mismo.
-Siga con los temas de ropa interior y déjese de elogios a las gordas.
Al día siguiente le entregué a mi directora un artículo titulado ‘Elogio sentimental del culo’ y no volví a poner los pies en aquella revista.
-¿Y a qué culos se refería usted, don Sixto? –me pregunta Encarna, que ha asistido silenciosa a este monólogo en voz alta.
-Al de las gordas”.


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La sección El zoo el siglo XXI mejor se hubiese podido llamar “Los traseros de la trasera de El Mundo”, andando como anda siempre a la búsqueda de alguna precaria excusa periodística para colocar la foto de culos (y tetas); mientras, los culos eran la excusa de Bonafoux y Vázquez Montalbán para hacer periodismo. Sin duda, sensibilidades eróticas distintas.

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