Grafologías. Heliófilo y Fray Junípero


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Se cambió el nombre del registro civil, Félix Lorenzo, por el de Heliófilo para dirigir El Sol, disipar las tinieblas cavernarias y combatir a trogloditas como Fray Junípero y “demás lucífugos que piensan con pavor en el amanecer”. El tal Junípero escribía en El Siglo Futuro, un papel reaccionario que abogaba por la vuelta al Paleolítico. Y era calcadito al retrato que le hizo Heliófilo: rupestre, bizco, peludo, con dientes de serrucho y sin complejos.


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Antonio María Sanz Cerrada, alias Fray Junípero, lo dejó escrito y dibujado: “El diablo es Heliófilo. A Heliófilo –que si tenía algo del diablo, era su sabiduría memoriosa– no le pillaba de nuevas que en la España antediluviana e inmortal, en la que “los garrotes parecen cirios”, un periodista frailuno le atizase:

«Desde que aquel orador monárquico del Alcázar aconsejó la estaca como argumento convincente, la estaca se ha convertido en un tópico oratorio y periodístico de las derechas. Se la oye zumbar en todos los discursos; se la ve pendolear en las manazas greñudas de los de El Siglo Futuro; y hasta se adivina su amenazadora rigidez bajo el fino manteo de seda de los abates de El Debate, que no se atreven a nombrarla por no asustar a las duquesas fragantes y místicas. Fray Junípero -¡quién lo dijera! -, el más cavernario de los glorificadores de la estaca, es el que ha acertado a vestirla con un disfraz más moderno. Primero, se vacía el pecho con este berrido prehistórico: -¡El rosario en una mano y  la estaca en la otra! Pero enseguida insinúa suavemente esta fórmula  elegante y original: ‘Es necesario cambiar las velas y cirios que se llevan en las procesiones. Ahora son sólo de cera, pero en adelante serán de palo, coronados con una arandela y una vela pequeña’. La vela, chica; el garrote, corpulento. Todo está previsto. Un hilo de luz para Dios. Una carga de leña para el prójimo. Gracias a la inesperable inspiración de este frailazo frenético, la estaca pierde zafiedad y villanía con que nos la venían presentando los oradores y escritores más civilizados aparentemente. Ahora, en vez de ‘las cañas se vuelven lanzas’, podremos decir: ‘Los garrotes parecen cirios’.
     España vuelve a ser España. Resurge el redaño simbólico. Las teorías políticas y religiosas vuelven a echar músculos de fresno. El loco por la pena es cuerdo. La letra con sangre entra. Caciques, procesiones, tauromaquia. El Deseado se despereza en su tumba y pone en fuga vergonzosa a los gusanos. ¡España inmortal! Yo, bajo el imperativo de mis ideas liberales, te reconozco el derecho a ser así».

Heliófilo
“Charlas al sol. España inmortal”

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